martes, 9 de julio de 2013

Vian & el Ninja.


Apenas entró al departamento la vi incómoda. Se movía de un lado a otro y parecía mirar detenidamente cada rincón, como si buscara algo.

-No tengo cámaras –le dije-. La biblioteca está desordenada y eso es todo. Si te quieres sentar saco esos libros del sillón y…

-Acá hay un ninja –me interrumpió.

Guardé silencio un segundo.

Respiré hondo.

Me dije tres cosas.

1. Si no estuviera loca no habría venido. 

2. Síguele el juego. 

3. Tal vez se excita de esa forma.

Exhalé.

-Lo noté apenas entré –continuó-. Es indudable…

-Eh… Yo no noto nada… -comenté.

-Justamente. No se debe notar nada –agregó, con cautela-. Es un ninja… Un ninja de los buenos…

-Mmm…

-Debe haber estudiado el Bansenshukai…

-Yo creo.

-¿De verdad no lo habías notado antes?

-Eh… no…

-Pues entonces sí que es impresionante… debes cuidarte…

-Eh… Sí… de hecho te iba a proponer que nos encerrásemos en el dormitorio. Estoy seguro que ahí no ingresa… él se debe ocultar entre los libros, él…

-No estés tan seguro… un ninja de su condición podría incluso dormir contigo sin que lo notes…

-Sí, es cierto –acepté-. Quizá si te acuestas conmigo podrías ayudarme a percibir y…

-No creo que sea prudente… No sabemos bien qué es lo que quiere y no deseo correr riesgos...

-Pero…

Argumenté aproximadamente diez minutos y luego desistí. Ella no iba a cambiar su decisión y además estaba el asunto ese de levantarte con una chica y desayunar y conversar algo trivial y bueno… todo ese juego –al que finalmente casi nunca juego-, y que desgasta de una forma que cada vez se me figura más triste…

-Tienes razón –dije finalmente-. Debes irte y yo debo buscar al ninja, y enfrentarlo…

Ella pareció admirarme.

-¿No tienes miedo?

-No –mentí-. Si han enviado al mejor debe ser porque yo también valgo algo.

Ella asintió.

Nos despedimos.

La miré hasta que subió al ascensor.

Entré nuevamente a mi departamento.

Los libros estaban esparcidos en el lugar. Más incluso de lo que yo recordaba haberlos tenido.

Despejé el sillón y me senté.

A los pocos minutos apareció el ninja.

Hablamos.

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