sábado, 21 de septiembre de 2013

La respuesta a sus problemas.


La única posesión que M. le dejó a su hijo fue un libro. Le dijo que en él podía encontrar la respuesta a todos sus problemas. El método para encontrar las respuestas era sencillo. Se debía plantear la pregunta en voz alta y abrir el libro al azar. Luego, se debía leer lo que decía esa página, o un fragmento de esa página. Eso era todo.

Yo supe la historia por boca de L. que era novia del hijo de M. y que se burlaba un poco de aquel método.

Además -según me contó L.-, se trataba de una mala novela de espionaje, tipo best seller, llena de frases clichés y personajes demasiado estereotipados, por lo que se hacía difícil tomarla con seriedad.

Fue así que un día L. y su novio llegaron con el libro a consultarme por la interpretación de cierta frase.

No quisieron confiarme cuál era la pregunta, pero recuerdo que la frase hablaba sobre una ciudad y creo que la comparaba con una tortuga, o algo así.

L. y su novio se quedaron entonces esperando mi interpretación. L. no parecía verdaderamente interesada, pero su pareja me miraba con toda la atención posible.

Yo dije entonces algunas estupideces y ellos parecieron conformes.

Luego se fueron del lugar.

Años después me encontré con L. y me contó que se había casado con W.

W era el hijo de M.

Tenían dos hijos llamados como los protagonistas del libro y todo parecía irles bien.

Luego, mientras contaba algunas cosas de mi vida, noté que L. me miraba con una especie de lástima.

-No me mires así –le dije, algo molesto-. Al menos yo no he guiado mi vida por un libro…

L. me dejó hablar.

-Tú te burlabas de aquello –seguí diciendo-, no puedes contarme ahora que eso les ha servido o ha solucionado sus problemas…

-Espera –me interrumpió L., tranquila-, creo que en tu caso el error ha sido buscar respuestas en libros que no dan respuestas… o que te entregan más preguntas en vez de soluciones…

-¿Eso crees? –pregunté, molesto.

-Sí, eso creo –respondió.

Nos miramos una última vez y no se me ocurrió que más decir, así que nos despedimos.

No he vuelto a ver a L., desde entonces.

Nunca, por cierto, consideré su apreciación.

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