lunes, 21 de octubre de 2013

Jirafas.


Hace unos días me llegó un mail de una amiga que trabaja en el zoológico. Fue para el día de mi cumpleaños. No lo abrí entonces porque pensé que era un saludo y nunca me han gustado los festejos. Menos el de este año pues hace mucho que lo venía vaticinando como el último. Lo vaticinaba con recelo, por supuesto, pero no entraré en detalles. El caso es que olvidé aquel mail sin siquiera abrirlo hasta que hoy en la mañana descubro otro mensaje de esa misma persona. Y bueno, no lo abrí de inmediato porque pensé que reclamaría algún saludo a raíz del anterior y me complica dar explicaciones. De más está decir que siempre me hago líos. Pero lo digo igual. Un poco para quitar peso a la noticia que descubro venía en el último mail. Murió tu jirafa, decía. Luego contaba que habían tenido que sacrificarla porque esta viejita. Aunque claro, hacía años que estaba viejita. Años atrás la visitaba y hasta me dejaban entrar a escondidas a algunos lugares del zoo. No daré detalles, por supuesto. En cambio, diré que las jirafas son hermosas y magníficas. Los ojos de la jirafa, sobre todo. Una vez miré una recién nacida a los ojos y hasta hoy, creo que son los ojos más puros que he visto. No exagero. De hecho, aminoro lo que siento para no caer en detalles ni en expresiones literarias sobre estos animales. En un cuento muy antiguo hablaba de eso..Hacia el final del cuento, realmente. Fue uno de los pocos cuentos que mandé a un concurso luego de que dejara de escribir por años. Lo publicaron el 2007, creo, en un libro de cuentos del concurso de la revista Paula. No gané, esa vez. El cuento estaba lleno de imperfecciones pues lo había escrito el día antes de que se acabara el plazo y tuve que cortarlo y más encima lo publicaron con nuevas correcciones que no hicieron sino empeorarlo. Ni siquiera tengo el libro, hoy en día. Me hice el leso en ese tiempo y no conté que lo del zoo era una experiencia real, aunque algunos amigos recordaban que yo lo había contado. Casi todo lo que cuento es real, por cierto. No quiero acordarme de esa jirafa que murió. Esa era mi jirafa del cuento. La última vez la había visto hace unos meses, pero había soñado con jirafas en estos días. Retrocedí entonces al mail anterior. El del día de mi cumpleaños. En él me hablaban de la muerte de una cría de jirafa. Es decir, en dos semanas murieron la más joven y la más viejita. Como un círculo. Me impresiona el corazón de las jirafas. Es el más fuerte de los corazones de los animales conocidos. Me enternece que no puedan dormir, salvo pocos minutos y siempre de pie. Me hacen trizas sus ojos. Mi amiga me cuenta que había un concurso para poner nombre a la jirafa. Ella había pensado el nombre Vian, para ponerle, a la jirafa pequeña. Me acordé de ti, cuando murió, decía el mensaje. Apoyó la cabeza y murió a los pocos minutos, con los ojos abiertos. Recordé tu cuento, decía. Me imaginé que moría por alguien más, no sé. Eso decía el mail. Yo estaba de cumpleaños ese día. El año que siempre he pensado iba a ser el último, por razones que no vienen al caso. Pero murieron dos jirafas. Una que quise mucho y otra que no alcancé a conocer. Era triste visitarla en el zoo, ahora ultimo y mi contacto tenía menos poder que antes. Igual no es excusa. No me despedí y olvidé algunas cosas. El cuarto de las jirafas tenía las medidas perfectas, decía el cuento de aquel entonces, las medidas de Dios. Si él existe, pensaba en aquel entonces, debía de tener aquellos ojos.

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