martes, 22 de octubre de 2013

Me retiré al bosque, me dijo.


-Me retiré al bosque, como me dijeron, pero solo encontré árboles –me dijo-. No creas que no lo intenté. Yo los escuché y hasta quise creer, pero al final el bosque resultó ser otra cosa... Es decir, te retiras de la ciudad donde todo está lleno de personas y te encuentras en el bosque donde todo está lleno de árboles. ¿Y sabes…? Eso no es buscar tranquilidad… ni es tiempo para pensar ni todas esas cosas que se dicen… eso es simplemente una expresión de cobardía.

-¿Cobardía? –atiné a decir.

-Cobardía, po hueón… Cobardía porque en el fondo no buscamos silencio, ni paz ni esas cosas… lo que buscamos es que no hayan otros… buscamos ser los únicos… O sea, no sentirte en juicio es lo que da tranquilidad... No escuchar a nadie porque en el fondo no queremos que nos digan nada… por eso son fáciles los árboles… y por eso somos cobardes…

-¿Somos cobardes porque preferimos árboles?

-Si po, hueón… yo sé que te gustan los árboles y no te va a gustar mi teoría, pero es cierta… Y es que es por cobardía que encontramos lindos un montón de árboles y no un montón de gente… Y claro, es entonces cuando la gente piensa que está tranquila y se para en medio de los árboles y prefiere nombrar eso como un bosque… porque admitir que es solo un montón de árboles es casi renunciar a esa idea de unidad y paz que llega cuando uno habla de bosque…

-Pero un bosque es un conjunto de árboles y…

-Pero es más fácil amar un bosque que a un montón de árboles… -señaló-, igual que es más fácil amar un árbol que a una persona… ¿sabes por qué pasa eso?

-No…

-Por cobardía po, hueón… porque nosotros somos uno y además no somos árboles…

-No te entiendo –interrumpí.

-Que preferimos amar hueás distintas… meternos en medio de hueás distintas… -me explicó-. Porque si no quedamos con lo semejante es casi lo mismo que quedarnos con nosotros mismos…

-Mmm… -dije yo.

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