sábado, 22 de febrero de 2014

Amarrar las zapatillas.



Para mí fue un trauma. Tuve y tengo muchos, es cierto, pero ese parecía sencillo y no lo fue. No se trataba, por supuesto, de amarrar las zapatillas, sino lo cordones de estas. Pero así decimos. El típico nudo que debía hacerse para que quedaran firmes y no se salieran de improviso. Fueron años de intentos. Nunca pude. Tras continuas enseñanzas lo único que lograba era hacer el nudo, pero uno de mis dedos siempre quedaba dentro. Ahora me parece estúpido, pero en ese entonces lo consideraba grave. Toda práctica seria terminaba con mi dedo siendo parte del nudo. Para que aprendiera propusieron que nadie las abrochara. Nadie hasta que yo aprendiera. Mi madre era severa y le hicieron caso. Por suerte era también corta de vista y aprendí a hacer un invento que simulaba la rosa del nudo, pero que se desabrochaba casi de inmediato. Con ese me presentaba ante ella. Luego el nudo se desvanecía. A solas seguía intentando, sin embargo. Mi dedo volvía a quedar aprisionado. No podía hacer un nudo sin ser parte de él. Me lo repetí mil veces de pequeño y sonaba como un defecto grave. Un defecto que tenía que ver también con otras cosas. No recuerdo qué pasó, con el tiempo. Solo sé que nunca aprendí a hacerlo. Años de intento y nunca pude. O sea hoy puedo, pero hoy no es nunca. Y así decimos. Para mí fue un trauma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales