martes, 4 de febrero de 2014

Trilogía. Cine experimental.


Usted no entiende. Yo hablo de largometrajes. Tres, para ser preciso. Baratos de hacer. Sencillos. En el primero, por ejemplo, un hombre ordena una biblioteca. Una biblioteca propia, por cierto, en su propia casa. Esto es importante porque el ordenar debe ser parte de su vida. De hecho, es la única parte que se muestra. No habrá referencias a trabajo, ni relaciones, ni nada extra... Imagine el ahorro en actores. Escenas breves donde ordena la biblioteca. Entrecortadas. Sumadas. Sin explicaciones, pero con un enfoque preciso. Un encuadre que permita ver los movimientos de la biblioteca. Porque claro, a la larga podrá verse que esa biblioteca está viva. Tiene nombres, formas, imágenes. Él la mantiene viva. Le busca la forma. Como quien ordena la almohada hasta sentirse cómodo. Solo que acá no es solo comodidad. Debe existir una forma perfecta que no se da. Que no aparece. Son escenas cortadas de distintos días, pero respetando el orden del día. De la mañana a la madrugada, me refiero. Imagínese, el hombre se prepara un café, pero de paso cambia de lugar un libro. Escucha música y de pronto ordena otro. Y claro, al final es de noche y el hombre debe dormir. Pero la biblioteca queda ahí, como una pareja que duerme de espaldas uno al otro. Uno pendiente del otro, sin embargo. Sin descanso pleno… ¿Espectacular, no cree? Pero no diga nada todavía. Déjeme contarle de qué va el segundo. Quiero a un hombre leyendo un libro. O una mujer, para variar, no sé. El punto es que no sea expresivo. Que avance las hojas, que esté atento o atenta… pero nada de emociones. Quiero a esa persona sentada o parada y caminando, pero siempre en un mismo espacio. Cerrado. Con una ventana por la que de vez en cuando se ven cambios de luces, pequeños movimientos. Nada de música especial salvo algunos sonidos típicos. Un auto, quizá… el ladrido de un perro. Eso. Lo quiero en tiempo real, que no pierda nada… Y que se llegue al final de libro. He pensado en Humillados y ofendidos, de Dosto, pero estoy dudando un poco. Aunque creo que algo de Dosto está bien. Tomas cerradas al final. Desencuadres. Trozos de piel… una cortina… cosas así.  El final es el término del libro, por supuesto. Eso y once segundos más. Nada más... ¿Se entendió, cierto…? ¡Espere…! Mejor hágase la idea completa y escuche como es el tercer largometraje. En este hay más trama. En el sentido convencional, me refiero. Mucha más trama. Y es que de cierta forma es una película de espionaje. Casi convencional, diría… pero solo casi. Y es que el investigador aquí es el único personaje. La cámara debe mostrarlo en su día a día. Desayuno, buscando sus calcetines… esas cosas, ya sabe. Y claro, la foto de aquel a quien busca en medio de todo eso. No lo quiero buscando, sin embargo. O sea buscando sí, pero no al tipo. Quiero sus tiempos de regreso a casa. Su cansancio. La anotación de pistas. Mirar la foto mientras ordena sus ropas y plancha una camisa porque de hecho el hombre vive solo. Lo quiero extraviando las llaves, un poco torpe cambiando una ampolleta. Viendo televisión mientras hace su rutina propia. Y bueno, al final debe darse por entendido que atrapó al tipo. O lo encontró. Cierra una carpeta. Guarda la foto. Lo importante sin embargo es dejar la sensación de duda. Quiero verlo pensar que quizá él estaba siendo buscado. O no buscado tal vez… pero quiero que se dé cuenta que él también está extraviado. Lo quiero pensando eso en la escena final, con el televisor desenfocado emitiendo un programa de concursos. Eso y las letras sobre las imágenes de la escena, que sigue rodando… ¿No es maravilloso? ¿No piensa que se trata de una superación del cine actual…? ¿Qué…? No… espere. Lo que pasa es que usted no entiende… Déjeme plantearlo de otra forma… Verá…

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