miércoles, 5 de marzo de 2014

El puto tallarín eterno.



Creo que era para batir un récord. Yo estaba frente a un plato. Un plato con tallarines. Tallarines blancos. No sé bien cómo explicar la sensación. Pero al menos en parte, yo sentía que era observado. No desde todas direcciones, me refiero. O no al mismo tiempo. Como si fuese filmado con distintas cámaras, pero solo saliera al aire una imagen, cada vez, y cierta parte de mí estuviese de esa forma, protegida. Y bueno… era entonces cuando tomaba la punta de un tallarín y comenzaba a aspirarlo. Creo que en eso consistía el récord. En aspirar y comer un tallarín muy largo, me refiero. Con todo, se trataba de una acción que por lo general no hago y que en el sueño se extendía sobremanera. Y es que pasaba el tiempo y el tallarín no se acababa. Puede que en principio hasta fuese agradable, pero lo cierto es que aquella sensación comenzó poco a poco a hastiarme. Entonces, yo me concentraba mirando el plato, mientras seguía aspirando y tragando el tallarín… Yo miraba el plato, decía, para ver si se veía un final, y calculaba cuánto tiempo más faltaría para eso. Me sentía pesado. El corazón comenzaba a latir más rápido y cierta sensación de angustia se hacía cada vez más presente. Me fijaba en el color del tallarín. Excesivamente blanco. Seguía aspirando, pero el plato en el que se encontraba permanecía igual de lleno. El puto tallarín eterno, pensaba. Quizá hasta esté conectado con el mundo y yo me lo estoy tragando. Comenzó así a darme asco. Como si lo blanco fuese un sabor seco. Como si me estuviera blanqueando por dentro, me decía, mientras lo tragaba cada vez con más dificultad. Mis ideas cambiaban a cada instante. Algo se está deshilvanando mientras hago esto… pensaba… Entonces, el tallarín comenzó a cambiar su textura. Por momentos se volvía viscoso y hasta llegaba a tener un olor putrefacto. Estoy aspirando muertos, pensaba… Y claro… surgían así algunos espasmos y el tallarín se frenaba en mi garganta… Pero claro… yo intentaba seguir tragando… No sé cuánto tiempo duró aquello. Me seguía sintiendo, de cierta forma, observado y el sueño no paraba. Sentía un sabor ácido. Fue entonces que, ya al borde del llanto… desesperado… hice una acción que no me era posible distinguir en el resto del sueño: Masqué y dejé de aspirar el tallarín. No importaba si era observado –cosa que además no me constaba-, y tampoco era importante si quedaba más de aquel tallarín en el plato. ¡Me cago en el tallarín eterno…! me dije…. ¡Masco su eternidad…!
Suena bastante sencillo, es cierto… pero surgió en ese instante una sensación de libertad y hasta de gozo que no recuerdo haber sentido anteriormente. Este es mi pequeño triunfo, pensé. ¡Qué récord ni qué mierda…!

Desperté.

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