domingo, 22 de junio de 2014

Todos somos el hombre invisible.



Todos somos el hombre invisible.

Es decir, todos lo somos para nosotros mismos.

No lo digo como un don ni como una condena; lo enuncio simplemente como un hecho:

Todos somos el hombre invisible.

Podría explicarlo mejor, pero estoy cansado.

Además, de cierta forma confío en que usted lo intuya, sin dudar.

Ahora mismo, por ejemplo, veo a través de mis manos, la biblioteca.

Y desconozco, incluso, si mi rostro está en su sitio o si ha cambiado de posición.

Y es que todo está acá, junto a mí, como si yo no existiese.

Los libros apilados, las ropas, el sonido leve de un reloj sobre una mesa.

Si hubiese nieve, al menos, mis huellas revelarían si he andado o no, por el lugar.

Podría explicarlo mejor, pero estoy cansado.

Entonces, observo una araña, pequeña, junto a un libro de Zolá.

Probablemente, la araña también sea invisible para sí misma.

Probablemente el sol desconozca su forma, y hasta su luz no comprenda.

Resúmalo mejor en una sola frase:

Todos somos el hombre invisible.

Tómelo usted como un hecho.

No se esfuerce en comprenderlo si también está cansado.

Respire hondo.

Descanse.

Podría explicarlo mejor, pero todo está un poquito amargo.

Tómelo usted como un hecho.

Descanse.

Todos somos el hombre invisible.

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