miércoles, 18 de junio de 2014

Tres tristes trabalenguas.


I. Cazar al cazarrecompensas.

Cazas del pescuezo al cazarrecompensas.
No piensas en sabuesos ni en sufrir escozor.
No hay azar, es un tipo de respuesta.
Cazas tú, cazo yo; cazamos sin razón.
Si hay silencio la justicia se sumerge en la ceniza
y de un sablazo le sacaste la cabeza.
¿Cazas tú al cazarrecompensas?
Si sacaste sus ojos, se rellena con cerezas.


II. Cosas que el ojo recoge.

Recoge el ojo cosas que el cerebro desconoce.
Descose el árbol, caen hojas; las palabras se desposan.
Los hijos se desgajan y se esparcen con sus voces.
¿Ajas las cosas que el ojo recoge…? Todo es simple:
Esos son tus hijos, esas son las hojas, esas son las cosas.
Bajas rejas rojas.
Ya es de noche.
Rajas cajas que ocultaban otras cajas.
Rajas cajas que ocultaban otras cajas más hermosas.


III. Un niño que al nacer supiera.

Si un niño al nacer se diera cuenta que nació
¿de qué cuenta se daría?
¿Nacería tras nacer o sería un simple error?
¿Sabría algo más al darse cuenta?
Y es que pobre es el niño que sabe que nació.
Necio y sabio y sabio y necio se pondría.
¿Nacería tras nacer o sería un nuevo error?
¿Sabría algo más de sí mismo, al darse cuenta?

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