jueves, 14 de agosto de 2014

Apedrear cristales.



No fui yo.

Me culparon.

Era sospechoso ya que en ese entonces no era muy cuerdo y tenía “arranques”.

Pero no fui yo, por supuesto.

Me dejé acusar, sin embargo, porque me gustaba la idea.

Hasta sentía que me daba estilo.

Pasaron los días.

Llegaron los policías a casa.

Sus vecinos dicen que usted ha apedreado sus ventanas, me dijeron.

Yo contesté que aquello no valía la pena.

Ellos lo tomaron casi como un sí y me llevaron a dar declaración.

Creo que me contradije un par de veces.

Dijeron que me descubrirían.

También me acusaron de hablar sin nexos y cosas de ese estilo.

Yo lo tomé como un halago.

Me soltaron a las pocas horas.

Ni siquiera fue un susto.

A la mañana siguiente me enteré que habían apedreado otras tres casas.

Volvieron los policías.

La historia se repitió más o menos igual.

Di nuevas declaraciones y me soltaron nuevamente.

Luego, en casa, llegué a pensar que tal vez era yo.

Era absurdo, pero juro que pensé aquello.

Pasaron semanas.

De vez en cuanto caía otro ventanal, menos el mío.

Un vecino declaró que me vio y esa vez hasta me cobraron multa.

Salía más barato si aceptaba, y acepté.

Luego volví a casa.

Los vidrios seguían intactos.

Pensé seriamente en apedrearlos yo mismo.

Tal vez lo hice.

Se acabaron los vidrios rotos, desde entonces.

No fui yo.

1 comentario:

  1. A veces actuar con el absurdo en lugar que con la lógica da mejores resultados...

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