domingo, 30 de noviembre de 2014

Perfectamente imbécil.



-¿Y entonces qué me recomiendas que haga?

-¿Sinceramente?

-Por supuesto.

-Que dejes de insistir.

-¿No crees que tenga opción…? El otro día me dijo que era perfecto.

-Te dijo que eras un perfecto imbécil.

-La perfección es siempre la perfección… al menos me asocia a esa idea…

-Supongo que estás bromeando.

-Un poco… pero de todas formas dejar de insistir no es una de mis opciones…

-¿Y cuáles son tus opciones?

-No sé… no las veo bien… por eso te pregunto.

-Pues yo creo que tu única opción es hacer algo con sentido, o con la posibilidad de un sentido…

-¿Acaso todo no puede llegar a tenerlo…?

-No. Todo no. Hay cosas que a priori ya están desprovistas de aquello.

-¿Cómo qué?

-No sé, depende de cada uno, supongo…

-¿De cada uno? ¿Acaso el sentido de algo no trasciende a cada uno?

-Quizá, pero me refiero a que solo puede llegar a tener sentido aquello que es profundamente necesario… y esa necesidad cambia de persona a persona…

-¿Y si hubiesen personas que no sintiesen nada profundamente necesario?

-¿Qué pasa con eso?

-¿Acaso esas personas no tendrían posibilidad de adquirir sentido?

-No, sería al revés, el sentido mismo sería entonces su necesidad.

-Pues esa es una lógica imbécil.

-¿Perfectamente imbécil?

-Puede ser…

-Entonces es perfecta… la perfección es siempre la perfección, ¿no recuerdas?

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