viernes, 12 de diciembre de 2014

Dividir las pérdidas.


Nos teníamos que juntar al final del día para dividir las ganancias. Pero claro, al final solo hubo pérdidas. Además no estábamos claros sobre cuál era específicamente el final del día, así que nos reunimos a medianoche. Yo llegué primero. Él traía más pérdidas. Ninguno había confiado en que al otro le fuera mejor. No vendimos nada, pero a mí se me dañó un producto y a él dos. No supe si sentirme ganador. Al menos en ese mundo reducido. Se trataba de un trabajo de ventas, en navidad. Una mierda de trabajo, por cierto. No especificaré los productos, pero pertenecían al ámbito de la tecnología. Habíamos firmado notas de venta para salir con los productos, por lo que debíamos pagarlos al otro día. No había sido un buen día, por supuesto. Fue entonces que pasó un grupo de personas y nos llamó. Les faltaban dos tipos para cantar villancicos. Pertenecían a un coro municipal y debían presentarse en una iglesia del barrio alto. Fuimos. Tras escucharnos nos recomendaron fingir que cantábamos, nada más. Los espacios estaban dispuestos, en la iglesia. También había algunos músicos, acompañando. Según yo salió bien, pero fue una hora moviendo la boca y fingiendo que cantábamos, mientras nos observaban. Todo parecía irreal, como la navidad misma. Cuando terminamos me llamó el cura. Todo el grupo se alistaba para salir y yo pensé que me habían descubierto por no cantar y recibiría alguna reprimenda. En cambio, el sacerdote me entregó un sobre con dinero, supongo que para el coro. No lo entregué. Los del coro tampoco me lo pidieron y nos dieron cinco lucas a cada uno. Creo que ellos pensaban que les pagaría la municipalidad. Nos alcanzó para pagar los productos dañados y para tomarnos seis cervezas. Discutimos porque yo alegaba que me correspondían cuatro de las seis cervezas, ya que él había dañado dos productos en vez de uno. No logré, sin embargo, que entendiese la lógica así que las bebimos a medias. Mientras bebíamos, un hombre vestido de reno se peleó a golpes con un tipo vestido de duende, en la televisión de un bar. No ganó ninguno, según recuerdo. No sé si es injusto decir que todos perdimos, esa noche.

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