martes, 30 de diciembre de 2014

El testamento de Daniele da Volterra.


Al menos tres veces fue objetado y llevado a arbitrio el testamento de Daniele da Volterra.

Recordado principalmente como el artista a quién se le encargó tapar los genitales expuestos en El juicio final, de Miguel Ángel, este escultor y pintor italiano fue el protagonista de algunos hechos que resultan del todo memorables, como la carta al papa Pío V (donde le contaba que había sido testigo del crecimiento de la uña del dedo indicador de Dios en la escena más memorable de El juicio final) o como su testamento, del cual me gustaría mencionar un par de cosas acá.

Una de esas cosas, dice relación con el detalle de los bienes heredados (adjunto al testamento), donde se incluyen varios elementos de extraña naturaleza: la rodilla de mármol de la pierna faltante del Jesucristo de Miguel Ángel, un recipiente de nácar con 228 hostias consagradas por el Papa Pablo III o el zapato de un cojo romano que había sido protagonista de un milagro.

Lejos de reflexionar sobre lo anterior, me gustaría agregar una segunda observación referida a los beneficiarios de su testamento. Y es que más allá de los beneficiarios naturales se encuentra el de un nombre que fue tachado por quién llevaba a cargo el proceso de herencia y que fue la razón principal por la que el testamento debiese hacerse en más de cuatro oportunidades.

Dicho nombre, por cierto, apareció en el segundo de los testamentos y la razón concreta por la que fue desestimado fue porque la fecha de nacimiento de este hombre correspondía a 500 años después del nacimiento de Da Volterra, es decir, el año 2009.

Hoy, por último, leo una breve noticia donde un abogado reclama ciertos bienes a nombre de un menor que comparte, de forma perfecta, el nombre escrito en ese segundo testamento, así como su fecha de nacimiento.

Y claro, esta fue, al menos, la tercera vez que objetaron el testamento de Daniele.

¡Cuántas objeciones…!

Que descanse en paz, mejor, el pobre.

En cambio, les recomiendo a ustedes no descansar, hasta encontrar la moraleja.

(O algo parecido)

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