martes, 9 de diciembre de 2014

Nadie me cree.


Nadie me cree, pero yo vi a la iglesia comenzar a incendiarse por sí sola. Yo pensaba en ser cura en ese entonces y estaba sentado en un costado, por fuera, mientras dentro acababan de ensayar canto gregoriano. Entonces fue que entré y me senté y recuerdo que miré hacia un costado, buscando una pared blanca. No sé por qué me gustaba eso, lo de evadir las figuras de la iglesia y buscar una pared blanca, me refiero. Los que practicaban el canto salieron y yo me quedé a solas. Y claro, justo en un rincón, mientras me preguntaba si aquel podía ser o no mi sitio, surgió una pequeña llama. No sé de dónde, sinceramente, solo recuerdo que la vi ahí, en una esquina, adherida a una pared. Como era una llama pequeña la dejé estar. Además tampoco se veía muy fuerte y no sentí el riesgo de que todo aquello ardiera. Como sea, el punto es que me quedé un buen rato ahí mirando la llama. Es decir, yo estaba pensando, poco antes, pero al ver la llama todo mi ser se dedicó exclusivamente a ver la llama y nada más. No sé cuánto tiempo pasó, pero recuerdo que sentí las campanas y fui entonces al comedor. Y bueno… como yo era externo me despedí y no dije nada de lo que había visto en la pequeña iglesia. Volví a mi casa. Esto fue un jueves santo, si no me equivoco. La iglesia se quemó por completo al día siguiente. Era una iglesia chica que estaba en Avenida La Florida, en un centro de Los Legionarios de Cristo. No volví a aquel sitio. Con el tiempo supe que reconstruyeron la iglesia. Aunque los años del incendio, cuando he buscado registros, no me calzan. Respecto a la iglesia, me parece que hasta el día de hoy hacen canto gregoriano. Para mí, sin embargo, fue como si el mismo Dios se hubiese quemado al interior de aquella iglesia. Esto ocurrió cuando tenía quince años o poco menos. Mucho tiempo atrás, por supuesto. Nadie me creyó nunca, aquella historia.

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