domingo, 11 de enero de 2015

Escribí un poema de amor, pero se lo comió el perro.



Lo juro.

Escribí un poema de amor, pero se lo comió el perro.

No puedo decir que era bello, ni sutil, pero sin duda era un poema de amor.

Me había comprometido a mostrarlo hoy y por eso doy explicaciones.

Juro que me esforcé.

Me aislé del mundo, incluso, para escribirlo.

Tanto me esforcé, de hecho, que hasta olvidé de dar comida al perro, que dejaron a mi cuidado.

Fue entonces que el animal -quién sabe si por lo mismo-, se lanzó sobre el poema como si se tratase de carne cruda.

Y claro, yo intenté quitárselo, pero Marinetti tiene mandíbulas fuertes.

Marinetti es el perro, por supuesto.

Forcejeamos largo rato, pero finalmente se lo comió.

Cuando me di por vencido me quedé junto al perro, en el jardín.

No sé si fue impresión mía, pero el perro tenía ojos de alguien que se ha comido un poema de amor.

Es más -pienso ahora-, tenía ojos de alguien que ha comprendido un poema de amor.

¿Y saben…? Lo cierto es que muy poca gente ha tenido esa expresión.

Quizá por eso -aprovecho de confesar-, prácticamente no escribo poemas de esta clase.

No me expongo, digamos, de esa forma.

Y es que otro perro, antaño, se comió también mi valentía.

Y mi alegría.

Y mis certezas.

Si hasta mi alma está mordida, como el corazón del mundo. 

1 comentario:

  1. ¿Fue casualidad o fue para librarlo de una emoción que lo llevaría a la destrucción?

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales