sábado, 11 de abril de 2015

Algo a qué saludar por las mañanas.



-Suena feo, hueón… si sé, pero al final todo se reduce a tener algo que saludar por las mañanas… Un cactus, una  mujer, algún hijo… Porque eso es lo que tranquiliza al final, ¿no crees?

-…

-Me refiero a que algo falta al despertar… algo a que sujetarse, me refiero… un punto de apoyo para salir de la cama… una especie de dios al que te puedas encomendar y al que puedas reconocer cada día…

-¿Y todo se reduce a eso, según tú?

-Claro… o sea, casi todo, supongo… Pero no te lo tomes a mal... reducir es también llegar a la esencia… descubrir algo más íntimo…

-Pero todo finalmente por uno mismo…

-¿Te molesta que sea así…?

-…

-Pues yo considero obvio que así lo sea… al menos en primera instancia… y es que saludar, ya en un inicio, es también abrir los ojos… salir de uno… ir hacia el mundo, digamos…

-¿Y te apoyas en el otro para hacer eso?

-¿En qué otro?

-E el otro que tú decías… el cactus, una mujer, algún hijo…

-Pues ojalá no te apoyes en el cactus…

-No estoy bromeando.

-Yo tampoco… Lo que quiero decir es que tú eliges… Y claro, luego de elegir quién sabe si también eres un punto de apoyo para el otro…

-…

-Lo que te quiero explicar es que acá no es un abuso, de hecho, si quieres velo incluso como una transacción…

-…

-No sé si se entiende…

-…

-…

-¿Algo a que saludar por las mañanas, entonces?

-Sí, exacto…

-…

-…Algo a qué saludar.


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