miércoles, 8 de abril de 2015

Un grito, el grito.


Fue en un documental sobre la filmación de las primeras películas sobre Tarzán, allá por los años treinta. Esas anteriores incluso a las de Weissmuller. Estoy viéndolo, decía, cuando de pronto, tras una toma al director, se ve a un viejo haciendo el grito de Tarzán. Está sentado, aparentemente algo desganado, pero lanza el grito característico con el que seguiremos identificando a este personaje, con el paso del tiempo. La escena, sin embargo, resulta irrisoria debido principalmente a la disminuida figura del viejo. Delgado, algo jorobado, con un temblor en las manos… nadie presagiaba que era él, justamente, quien sería el encargado de hacer sonar las campanas.

Así, ocurrió que busqué información sobre el viejo de las campanas. Volví a ver el documental, busqué entre los créditos de algunas películas, y lo único que encontré fue un nombre que se repetía sospechosamente, casi hacia el final de los films.

Profundizar en ese nombre, sin embargo, me fue del todo infructífero.

De esta forma, debido a las dificultades anteriores, decidí mejor profundizar en el grito.

Y claro, también me obsesioné con averiguar completamente sobre varios otros aspectos de la película.

Así, me vi de pronto volviendo a poner unas películas de Tarzán antiguas para indagar sobre la naturaleza del grito…

¿Y saben? Estoy seguro que era el mismo grito.

¡Película a película por más de 20 años utilizando una misma voz…!

Asombrado fui a contar lo ocurrido a un amigo.

Me escuchó, pero no le dio importancia.

Me enojé con él.

No sé por qué, pero me enojé profundamente.

¡Cómo no va a ser importante que los gritos hayan sido siempre uno…!, le decía.

Pero claro, él no entendía.

No entendía nada.

De haber podido habría gritado, como Tarzán, pero me tinca que no me sale.

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