miércoles, 6 de mayo de 2015

Alguien puso un cerebro dentro mío.

“Esa noche tampoco pasó nada,
como de costumbre,
y mi corazón no se encendió
en absoluto”
B. Y.


Alguien puso un cerebro
dentro mío.

Sin pedir permiso,
me refiero.

Alguien puso un cerebro
dentro mío.

Y no es que lo ocupe mucho,
pero hay algo en su manía de creerse el jefe
que me tiene harto.

De hecho,
a veces tomo alcohol
solo para cabrearlo.

Y es que no para de hablarme
y sacar cálculos
y repetirme una y otra vez
que algunas de mis acciones
no persiguen beneficios concretos
ni se explican por lógica alguna.

Alguien puso un cerebro
dentro mío.

Y la voz de ese cerebro
era tan fuerte,
que fue opacando poco a poco
a todas las otras voces
que habían estado desde antes
en mi interior.

Alguien puso un cerebro
dentro mío.

De hecho,
a veces ya borracho
sigo tomando alcohol
para cabrearlo más.

Con todo,
el hueón se recupera
sin mayores complicaciones,
y yo entonces intento dejarlo fuera
de las acciones que,
profundamente,
me importan.

Y es que alguien puso un cerebro
dentro mío.

Además, por si fuera poco,
ni siquiera me enseñó la forma
de poder desconectarlo…

Alguien puso un cerebro
dentro mío.

Puso un cerebro y
desde entonces,
todo el resto de mí
parece pedir permiso para existir.

Permiso para sentir,
para desear,
y hasta para permanecer ahí
silencioso,
mientras la vida avanza,
nos confunde
y luego se desvanece…

Alguien puso un cerebro
dentro mío
y mi yo verdadero se aisló
en algunas zonas pequeñas
dentro de mí.

Alguien puso un cerebro
dentro mío.

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