lunes, 18 de mayo de 2015

En el metro (Mal esbozo).


La historia pasa en el metro de Santiago. Un día cualquiera al comienzo de la jornada laboral. Aglomeraciones, apuros, nerviosismo y algo de tedio como ya es costumbre. Tenemos también un protagonista. Un hombre como cualquier otro que no puede subirse a un par de trenes y que, de forma algo agresiva, logra entrar al tercero, ya con el tiempo justo de llegar a su trabajo. Luego vienen descripciones. Otras personas que viajan junto a él en el metro. Alguna situación incómoda. Así, el viaje se desarrolla tradicionalmente hasta que en una estación determinada el tren del metro se detiene, pero finalmente, no se abren las puertas. Se escuchan reclamos. Un par de personas debían bajar y bastantes más esperaban para intentar abordar el tren. Por los parlantes el conductor lanza un simple “disculpe las molestias” y avanza rápidamente hasta una próxima estación.  En ella, vuelve a pasar lo mismo. Me refiero a que no se abren puertas en lo absoluto y todos siguen dentro. Comienzan entonces a desarrollarse pequeñas conversaciones entre los que van en cada vagón, y hasta intentan, a través de los intercomunicadores, exigir respuestas claras al conductor del metro. De esta forma, la situación se repite a lo largo de la línea y no se ve posibilidad de mejora. Pasan los minutos. Por el camino, se encuentran con otros vagones, probablemente en las mismas condiciones, los que pasan en la otra dirección. Así, ya más resignados, almuerzan. La situación sigue y empeora y hasta puede verse alguna discusión y un robo que se produce abiertamente. El tren, en tanto, ha permanecido en movimiento, aunque por lo general en cada estación se demora unos cuantos minutos extra. Ya a la hora de once –los pocos productos comestibles habían  sido reunidos y se distribuyeron de forma equitativa entre los que iban en el vagón-, los viajantes constatan que ya han pasado en más de una ocasión por alguna estación terminal, y que están yendo de un lado a otro, mientras se pierde, también, la luz del día. Es entonces cuando, extrañamente, se hace el aviso de que el servicio se repondrá normalmente. Y claro, que se pide disculpas por las molestias ocasionadas. Así, de un momento a otro, comienzan a abrirse las puertas. En principio, todos buscan salir rápidamente, pero tras pensarlo mejor, deciden permanecer en el lugar y aprovechar de bajarse en la estación en que se subieron, esa mañana. Además, la hora coincide, más o menos, con su horario de regreso. Es entonces cuando la narración vuelve a centrarse en el protagonista, quien hace un repaso por lo ocurrido. La falta de aire. La chica que se vio obligada a orinar en una bolsa. La guagua que lloraba en el vagón de al lado. Breves historias de ese tipo. Finalmente, el tren se detiene en la estación en que subió en la mañana. Piensa entonces en organizar todo para el otro día. Se baja del vagón. Entrega sus datos para un sistema de compensación que propondrá la empresa. Finalmente, respira hondo, mientras camina por la calle, de regreso a su casa.

1 comentario:

  1. Iba (mi lectura, NO tu escrito) en cortázar y giró a vian :)
    Saludos

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