martes, 12 de mayo de 2015

M. quiere comprar un auto usado.


M. quiere comprar un auto usado.

O sea, preferiría uno nuevo, pero solo le alcanza para uno usado.

Aclarado lo anterior, diré que M. fue hasta la dirección que salía en un anuncio.

Coordinó hora y día y llegó puntual aunque fingiendo que no estaba muy interesado.

Y es que así le habían dicho que debía actuar, para conseguir buen precio.

Lo recibió una mujer llamada F., quien le mostró el auto.

También le ofreció un vaso de bebida.

M. aceptó.

F. le contó que lo iba a vender porque iba a comprar otro.

M. asintió, tranquilo, pero no pudo evitar sentirse inferior a F.

Encendieron el motor.

Ella le mostró los papeles y el historial de multas.

F. nunca había cometido una infracción.

Aunque claro… M. no valoraba mayormente ese punto.

Entonces ambos comenzaron a hablar sobre el precio.

M. mencionó los costos de un cambio de color y la revisión de un mecánico.

F. aceptó, teniendo en cuenta aquello, pagar los costos de la revisión.

Entonces, acordaron dar una vuelta, para probarlo.

M. se sentó al volante y F. a un costado.

El motor del auto encendió sin problemas.

Tras manejar un par de minutos, M. no sabía qué más decir.

Finalmente, se fijó en el cuenta kilómetros.

No tiene tanto kilometraje, comentó M.

F. dijo que era cierto, y es que en realidad, agregó, no iba nunca a ningún sitio.

M. se quedó pensando en esa frase.

No sé, sinceramente, si concretaron la venta.

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