lunes, 4 de mayo de 2015

Qué pasó.


Esto ocurría en la U.

En el departamento de literatura.

Por ese entonces había unos casilleros de madera donde dejaban correspondencia a los profes.

Casilleros sin protección, por cierto.

Y como a veces los sobres parecían contener libros y otras veces invitaciones y cosas de ese estilo, ocurría que dábamos una vuelta y escogíamos algunos paquetes, y los llevábamos sin que nadie nos preguntara por aquello.

Alguna vez hasta recogimos alguna botella de vino.

Ahora lo recuerdo como algo inofensivo.

Devolver libros al remitente, por ejemplo, tras considerarlos una mierda.

Responder solicitudes de artículos, o asistir a pretenciosos lanzamientos donde de vez en cuando causábamos algún escándalo…

Cosas de ese estilo, simplemente.

Supongo que hasta de cierta forma nos sentíamos héroes.

Y es que escogíamos bien los blancos.

O eso intentábamos, al menos.

Me refiero a que nos guiaba una extraña concepción de la justicia, supongo, culpándolos por haber destruido los sueños que nos llevaron hasta allá.

También recogimos otras cosas, por cierto: reclamos de pensiones alimenticias, rabiosas cartas por el desprecio tras alguna aventura, fotos comprometedoras de otros… cosas de ese estilo.

Al final, de hecho, lo hacíamos solo por inercia.

Y es que en resumen, aquello nunca se convirtió en algo trascendente.

El mundo no cambió.

Ellos no cambiaron.

Nosotros no cambiamos.

Ocurrió simplemente que una vez frente a las casillas, ya no quisimos sacar más.

Eso fue todo.

Así, sin nosotros, las casillas se llenaron a los pocos días.

Después, si soy sincero, ni siquiera recuerdo qué pasó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales