viernes, 15 de mayo de 2015

Sheriff


I.

Soñé que un grupo de personas me venía a convencer para que aceptara ser sheriff.

Me mostraban la típica estrella de metal que anunciaba el cargo y hasta ponían sobre la mesa un cinturón con una pistola y unos cuantos cartuchos de balas.

Sin embargo, en el sueño, yo seguía rechazando el cargo principalmente porque no quería enfrentarme a nadie.

Lamentablemente, venía entonces una de esas chicas de traje y gran escote a convencerme y decirme que en el pueblo todo era tranquilo y que no tenia de qué preocuparme.

Fue así que, todavía en el sueño, me vi convertido en sheriff de una pequeña ciudad cuyo nombre he olvidado.


II.

Lo primero que hice fue dar una ronda por las calles.

Miré el pueblo, saludé a las personas… hice cosas de ese estilo.

Luego pregunté por el barrio más terrible, para mirarlo, al menos, desde lejos.

Me llevaron hasta él.

Entré.


III.

El barrio era tan agresivo que los hombres, al detenerse y bajarse del caballo en que viajaban, le daban un balazo al animal del cuál descendían.

En principio era una imagen tragicómica, pero poco a poco, en el sueño, el montón de cuerpos de caballos fue creciendo ceca de la entrada de una serie de bares y restaurantes hasta obligarme  a tomar una decisión.

Fue así que me convencí de entrar a uno de esos bares y advertir a todos sobre la costumbre esa que realizaban con los caballos.

Nadie por supuesto me tomó en serio.

De hecho, mientras les hablaba, se escuchó un par de balazos, justo antes que entrara otro tipo, hasta el lugar.


IV.

-¿Le disparó usted a su caballo? –pregunté.

-Sí – dijo el hombre-

-Pues tendré que llevarlo a la comisaria.

-Inténtelo –me respondió-, pero se trata de un animal grande, no sé si va a poder…

La gente del bar se burló.

-Me refería a usted –le dije.

El hombre me dio la espalda y pidió un trago.

Fue entonces que yo, para hacerme respetar, empuñé la pistola y la saqué de su funda, frente a ellos.

-Es usted como un niño pequeño, sheriff –me dijo otro de los hombres del lugar.

-Y no entiende nada –agregó el último que había llegado.

Yo, en tanto, no me inmuté con sus palabras.


V.

Cuando me acordé que era un sueño me decidí a dispararle a los hombres del lugar.

Nada de discusiones, pensé, o si no me despierto como  un cobarde.

Fue entonces que comencé mi justicia.

Le disparaba a uno, arrastraba el cuerpo hacia el lado de los caballos, y volvía por otro.

Hice lo mismo sin que nadie se opusiera, por un largo tiempo.

Entrar, disparar y apilar.

Y claro… me preocupé así de realizar aquella acción hasta equiparar los montones de caballos y los montones de hombres

Exactamente al conseguir que los bultos fueran exactos, me desperté.

Analicé, entonces, cuidadosamente mi sueño.

Era yo como un niño, me dije.

Ellos tenían razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales