viernes, 29 de mayo de 2015

Soñar con nosotros mismos.


Soñamos con nosotros mismos.

Eso hacemos.

Noche tras noche, si soñamos.

No salimos de nosotros mismos.

Falta saber salir.

Falta saber soñar.

Falta abandonarse uno mismo.

En medio del bosque abandonarse.

Olvidarse de los nombres.

Desandar el camino.

Y es que el fin está siempre dentro.

Dentro del nombre.

Dentro del sueño.

Y a ambos extremos del camino.

Así, si un día llueve, llueve también en el sueño.

Se moja el bosque y crecen pantanos.

Los pies se hunden en lodo fino.

Arrojas entonces palabras como cuerdas.

Pero de nada te salvan las palabras.

No debes engañarte.

No son partes de ti mismo.

Los ojos, por ejemplo, no saben qué mundo habitan.

Se abren y no saben.

No supieron y se cierran.

La luna tapa el sol.

Pero el sol se cambia en trigo.

Así, igual que tú en el sueño.

El sol no sale, finalmente, de sí mismo.

No deshabita la luz.

Tampoco conoce el frío.

Eso hace.

Eso hacemos.

Y es que no sabemos vivir, fuera de nosotros mismos.

Día tras día, si vivimos.

Eso es lo que ocurre.

En el bosque y en los caminos.

Falta abandonarse.

Abrazar la oscuridad.

Amar el trigo.

Pedimos luz,
y la luz oculta las estrellas.

No salimos, finalmente, de nosotros mismos.

1 comentario:

  1. Sentido perdido
    Despojarse de uno mismo...y deshabituarse...

    volver a encontrar?

    Estar por estar.

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