domingo, 21 de junio de 2015

Ceniza.


Le pido una historia y me dice que no tiene.

Todo normal, me dice. Nada más.

Yo le digo que igual sirve, pero no hay caso.

Así, hablamos de fútbol, simplemente, mientras vemos un partido.

Entonces, en el entretiempo, recuerda algo que le sucedió hace algunos años.

Me cuenta que de un día para otro comenzó a tener caspa.

No poca eso sí… caspa a nivel de enfermedad, fueron sus palabras.

Así, tras intentar superar a solas el problema, se vio obligado a recurrir a un médico.

Y claro, aquí viene lo extraño.

Tras varios exámenes y la visita a un par de especialistas, se llegó a la conclusión que no era caspa, precisamente.

Era ceniza, me dijo.

Y claro, yo intento indagar más, pero el partido sigue y a parecer no hay más historia.

Era ceniza, repite. Nada más.

Nunca supe cómo iba a parar a mi cabeza, me dice.

Entonces yo sigo haciendo preguntas.

¿Quién pudo haber sido…?

¿Cuánto tiempo duró…?

¿Qué tipo de cenizas…?

Cosas de ese estilo.

Sus respuestas, por otro lado, eran cada vez más breves.

Incluso parece molestarse, al responderme.

No tengo idea quién era…

Debe haber durado como dos meses…

Cenizas po, hueón… Cómo voy a saber de qué eran…

Las cenizas son cenizas no más… antes eran hueás, después cenizas…

Así, resulta que terminó el partido y ya no había excusa para seguir intentando completar la información.

Y bueno… si esa era toda la historia había que aceptarlo.

Si quieres puedes tomarlo como un símbolo, o hasta hablar de Job… me dijo.

Pero solo fue ceniza.

Yo asentí.

Más tarde, de vuelta a casa, sacudí la cabeza para ver si caía algo, pero no cayó nada.

Así, finalmente, cada uno decide cuál es la naturaleza y el fin, de su propia historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales