sábado, 25 de julio de 2015

Controle su peso, ahora.


Cerca de la Plaza de Armas de Santiago hay una señora que te adivina el peso.

Me lo había contado un amigo y como estábamos por ahí cerca pasamos a ver.

La mujer pone un piso fuera de una farmacia, en una galería, y tiene un letrero chico, de madera.

Yo pensé que era caro, pero la señora cobraba apenas $300, aunque uno quedaba tentado de comprobar y se subía a la electrónica de la farmacia, que cobraba lo mismo.

A nosotros nos adivinó el peso exacto.

-Si te vas a pesar en la electrónica súmate un kilo cuatrocientos, por la ropa… -me dijo.

De puro incrédulo me pesé en la electrónica y su pronóstico fue exacto.

Lo mismo sucedió con mi amigo.

Quedé viendo su proceso un rato más.

Simplemente te ponías frente a ella.

Luego te miraba y lo decía.

Era así de simple.

-¿No adivina nada más? –le pregunté.

-¿Qué más se puede adivinar? –me preguntó de vuelta.

-No sé… el nombre, algo del futuro…

-No tienes nada más –me interrumpió.

-¿Cómo?

-Nada más te pertenece- me dijo-. Nada más es tuyo.

Me quedé pensando en sus palabras mientras ella volvía a su trabajo.

-¿Te acuerdas de Ariel, de Kaurismaki? –dijo entonces mi amigo.

Yo me acordaba.

Así, mientras hablábamos de cosas finlandesas, pasamos a un bar y nos sumamos dos litros más a cada uno.

Más o menos así terminó el día.

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