lunes, 13 de julio de 2015

En el patio.

“De la belleza de su expresión
depende la belleza
de un acto moral”
J. G.


La enterró en el patio. Removió la tierra, que estaba húmeda, y depositó el cuerpo. Debe haber sido una tarea difícil, para él, que estaba viejo. En la casa tenía una pala chica. Los vecinos dicen que lo vieron cavar. Pensaban que estaba haciendo un jardín. Nadie lo vio depositar el cuerpo. Nadie tampoco le ofreció ayuda. Él simplemente tomó el cuerpo y lo dejó ahí. Luego había que llenar con tierra, nuevamente. No era algo tan complejo, si se piensa. No necesitaba grandes planes ni coordinar tantas cosas. Eso había sido más bien una exageración en el juicio. Lo que hizo fue limpiarla, y poco más. Lavarla y envolverla en unas sábanas. También hacía lo mismo con el pollo y con algunos alimentos que guardaban en el freezer. Tenían muchos alimentos en el freezer. Como se cubrían de hielo, a veces olvidaban incluso qué guardaban. Los policías, por ejemplo, encontraron humitas, pescado, y hasta porotos congelados. Pero claro… todas esas cosas se perdieron. Menos mal que ella se murió antes, pues se habría molestado con ese desperdicio. Él, a todo esto, ni siquiera sabe de qué murió. Los jueces no creen, sin embargo, sus palabras. Ven el hecho de enterrarla. Se quedan en eso. Si hasta observan que tiene tierra entre las uñas. Poco antes que den el veredicto el viejo aguanta la respiración, para ver si se muere, sin más. Se marea. Se pone rojo. Llaman un enfermero. Desalojan la sala y no vi más.

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