domingo, 9 de agosto de 2015

Arbusto o arbolito.

“¿No sabes si eres o no desgraciado?”
S. B.


Siempre vale discutir.

Más aun comiendo zanahorias.

Más aún junto a un arbusto o arbolito.

No sé si usted lo ha intentado.

Yo, al menos, he tenido discusiones memorables.

Todo un día discutiendo, por ejemplo, cuál era el frente del arbusto.

Todo un día y al final ni siquiera acordamos si era arbusto o arbolito.

Esas sí que eran discusiones.

Si hasta la vida parece más firme cuando se tienen posturas propias.

Creo que eso discutimos, la última vez, junto al arbolito.

Sin miedo al extravío, pues poco queda en juego.

Sin mayores riesgos, digamos.

Y es que uno sigue siendo lo que es después de esas discusiones.

Aunque uno lo es, sin duda, de otra forma.

Entonces, vienen a uno observaciones de esas que son como breves pausas.

Observaciones ante las cuales no se puede discutir.

La población ha aumentado, ¿no cree?

O

Uno aprende hasta con la más insignificante de las criaturas.

Con todo, uno debiese cuidarse de no morir en esas pausas.

No dejar este mundo sin una postura propia, me refiero.

Mejor mirar el entorno.

Mejor buscar nuevas inquietudes.

Ese es el centro de todo.

El extraño sabor de las zanahorias.

El sonido de la lluvia cayendo en el bosque.

Cientos de gallinas sobre los árboles más altos.

Discuta usted cualquiera de esas impresiones.

Yo estoy dispuesto a jugarme la vida por cualquiera de ellas.

Dispuesto a arriesgarme hasta por la más pequeña de las palabras.

Y es que tal vez una palabra nos dirá dónde se encuentra la verdad, después de todo.

No es necesario el látigo, si lo piensas.

¿Arbusto entonces, o arbolito?


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