martes, 11 de agosto de 2015

Donde caerse muerto.


Hay que tener un lugar donde caerse muerto.

Esforzarse por una casa.

Un terrenito.

Algo donde caerse muerto.

Te lo decían agregando que había que ser alguien en la vida.

Que uno era nadie sin estudios.

Que había que estar emparejado pa no morirse solo.

Todo eso te decían y parecían creerlo.

Sin mala intención, te lo decían.

A veces con una copita de vino.

A veces nombrando a Dios para darle seriedad al asunto.

Que no se te pasara el tren.

Que nunca falte algo pa echarse a la boca.

Que hay que persignarse por si acaso hay cielo.

Todo sencillo y con buena intención.

Todo sensato, de cierta forma.

Pero todo también, en definitiva, con un sentido profundamente egoísta.

Triste y egoísta, si soy preciso.

Un lugar donde caerse muerto.

Esa fue la frase que más me quedó.

Pero un lugar que sea tuyo, recalcaban.

Que no vayan a sacarte y tirarte a la calle.

Que puedas morir ahí mismo si quieres, porque ese sitio es tuyo.

Cosas como esas, te decían.

Y pasó entonces que aquellos que te hablaban se cayeron muertos.

En un lugar supuestamente propio, la mayoría.

No les faltó qué echarse a la boca.

Y hasta se confesaron antes de morir, por si había cielo.

Tuvieron el lugar para morir, en resumen, y tal vez hayan muerto en paz.

Yo, sin embargo, apenas recojo sus frases y las saboreo un poco.

Luego las escupo.

Y es que no busco ofender, pero lo cierto es que no quiero morir en un lugar propio.

Por el contrario, quiero encontrar el lugar que a nadie pertenece, y ahí ver qué pasa.

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