sábado, 29 de agosto de 2015

Encuentros con la Mentira.


Ella se casó con la Mentira a los 27 años.

Se vistió de blanco e invitó a varios que también la conocían y no le hacían asco.

Fueron a Punta Cana y como a los dos años tuvieron un hijo.

La Mentira y ella hicieron lo que los padres hacen y lo criaron a su manera.

Hoy el hijo tiene algo así como 7 años.

Ni siquiera sé cómo se llama.

La última vez que hablé con ella fue poco antes que se casara con la Mentira.

Quería saber si sabía con quién se casaba y me pareció que sí.

Al parecer había hecho cálculos y decidió casarse con la Mentira fingiendo que no sabía quién era.

Yo se lo recriminé y alegó que todos nos casábamos bajo la misma circunstancia.

Ya me casé con la Mentira cuando me recibí de enfermera, me dijo.

Y cuando me compré ese televisor grande que estaba en la sala, agregó.

Yo no pude sino admitir que era cierto.

Incluso admití mis propias faltas.

Posteriormente la Mentira también se casó con unos amigos y hasta comenzaron a trabajar para ella.

Otros le dedicaron la vida entera.

Hubo tiempos en que dolió enterarme.

Otros simplemente me daba asco.

Después de todo, la Mentira era también una marca que se había tomado la ciudad entera.

Autos y casas la Mentira.

Desodorante ambiental la Mentira.

Globos con forma de corazón la Mentira.

Siempre estaba donde quisieras mirar.

Quizá fue por todo eso que decidí irme de aquí hace unos dos meses.

No se lo dije a nadie, pero de algún modo la Mentira se enteró.

Vino e intentó convencerme.

Me dijo que ella era el único camino.

Que sin ella no se aguanta.

Que yo ya sabía que era cierto.

Y bueno… casi me convence, es cierto.

Pero también es cierto que cayó en la trampa.

Sé quién es y sabe quién soy, en resumen.

Y eso duele, lo admito… pero es mejor que nada.

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