lunes, 24 de agosto de 2015

Esos tipos de allá.


Esos tipos de allá
están lloriqueando
desde la mañana.

Lloriquean para no moverse.

Lloriquean porque sale el sol.

Lloriquean porque nada saben
de sus mujeres.

La imagen es patética.

A veces incluso emiten gemidos.

A veces se arrancan el pelo con las manos.

A veces oscurece
y ellos están
en la misma posición.

No se ven sus rostros
desde aquí.

Tampoco tengo idea
de sus nombres.

Solo sé que están ahí
lloriqueando desde la mañana.

Quizá debiese acercarme a ellos.

Quizá debiese llevarles una taza de té.

Quizá debiese contarles dónde han ido sus mujeres.

Nada de esto hago,
sin embargo,
finalmente.

Espero.

Vuelve entonces a salir el sol
y ellos siguen lloriqueando.

El viento levanta arena
que se deposita
sobre sus sombras.

Apenas se mueven.

Apenas alcanzo a distinguirlos.

Apenas se diferencian
los unos de los otros.

Sobre una roca plana
se ven los restos de un pescado.

Nadie se acerca a ellos.

Nadie los observa desde lejos.

Nadie les dedica unas palabras.

Si hubiese aquí un reloj
ya se habría descompuesto.

Si hubiesen buitres
tal vez
darían vueltas sobre ellos.

Sobrevaloraron su corazón
y sus sentidos.

Esos tipos de allá
son todo lo que queda
de este mundo.

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