miércoles, 2 de septiembre de 2015

Nada fuera de mí.


Digan lo que quieran.

Oféndanse, tal vez.

Piensen que he cambiado.

Pero mi verdad es clara.

Nada existe fuera de mí.

Ni ustedes.

Ni los otros.

Ni las cosas con las que –aparentemente-, tropiezo.

Todo es fruto, en definitiva, de mi habilidad o mi torpeza.

De hecho, si soy sincero, mayoritariamente de mi torpeza.

Por lo mismo, tal vez,
ocurre que mis primeras frases
suelen llenarme de enemigos.

Gente que me cree egoísta.

Otros que piensan que soy soberbio
y que me creo un genio…

Pero claro,
todos pueden decir lo que quieran.

Además,
como decía en un inicio,
nada ocurre fuera de mí.

Si hasta las voces que me critican,
suelen siempre venir
desde algún rincón propio…

Esa es una certeza.

Sé que ustedes no me creen.

Tal vez, incluso, no puedan creerme.

Pero lo que importa acá es que se trata de algo cierto.

Todo está en mí.

El sol de las mañanas.

La ilusión de infinito.

Y hasta la idea de Dios.

Nada fuera de mí.

Ni lo que ustedes llaman dolor.

Ni lo que llaman amor.

Ni siquiera los chanchitos de tierra.

Todo en mí como el agua en un río.

Como los bichos bajo las piedras.

Como alfileres en el alfiletero.

Así, resulta que un día moriré
y ustedes pensarán que murieron.

Y el silencio mío
será para ustedes
una oscuridad que no sabrán reconocer.

Nada fuera de mí, decía.

Nada fuera de mí.


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