martes, 8 de septiembre de 2015

Recién.


Tengo una tía que era profesora normalista.

Vivía en el sur.

En una cabaña retirada que había en un cerro, cerca de Temuco.

Nadie la quería, en aquel lugar.

Tampoco en ningún otro.

Algunos familiares contaban historias de su crueldad.

A mí me gustaban esas historias.

Un día fui a visitarla.

Mientras llamaba a la puerta me fijé que sobre un árbol, en una rama muy alta, estaba parada una gallina.

No se me ocurría cómo había logrado llegar hasta ahí.

Tampoco se veían otras ramas por donde pudiese bajar.

-Esa gallina de mierda está aprendiendo su lección –fue lo primero que dijo.

Luego explicó que el ave, se subía siempre a las ramas bajas de los árboles.

-La última vez la obligué a subir más alto… -continuó-. Luego corté las ramas por las que había subido y la cobarde no quiso bajar.

-¿Desde qué hora está ahí? –le pregunté.

-Desde hace dos semanas –contestó mi tía.

Yo no hice ningún comentario.

Y claro… eso fue todo lo que hablamos el primer día.

Esa vez me quedé el fin de semana en aquel lugar.

El día que me venía, la gallina cayó muerta desde la rama.

Estaba flaca y rígida, en el piso.

Mi tía reclamaba porque la galina no se iba poder  aprovechar.

-Esa carne debe estar incomible –decía mi tía.

Eso fue hace veinte años.

Murió recién ayer, la muy puta.

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