viernes, 23 de octubre de 2015

Desajuste.


Fue como un sueño. Sorpresivo. El momento preciso, me refiero. Es decir… todo calmo, todo normal y de pronto ocurre. En este caso la peluca, claro, pero a veces esa sorpresa toma otras formas. Algunas veces, incluso, te sorprendes y no sabes, a ciencia cierta, cuál fue la sorpresa. Quizá por eso, que identificara la peluca como objeto fue un paso esencial, si lo piensas. Además, era una identificación del todo lógica. Podías repensarla incluso, y todo calzaba. Después de todo, ¿quién no se sorprende si alguien, de golpe, se arranca una peluca? Es innegable el desajuste, me refiero. Así, ocurre que hasta la peluca puede ser guardada y exhibida. Este es el momento, podrías decirte, al verla. Esto produjo el desajuste. Y claro, de ahí a recuperar confianza en el orden de las cosas, existe un paso pequeño. Solo basta identificar el desajuste, me refiero. Aislarlo como fenómeno y pensar que siempre ocurre de esa forma. Siempre son pelucas, pensar. Solo hay que identificar la peluca. Con todo, supongo que sabes que ese camino es erróneo. Demasiado fácil, si lo piensas, y erróneo. Me refiero a que el desajuste no es nunca menor. Incluso, si eres sincero, tampoco es realmente sorpresivo. Hay indicios, me refiero. Pequeñas grietas en la realidad… No en el sueño. Y claro, nunca es solo una peluca, en resumen. Tú ves si lo aceptas o sigues aislando ese objeto que nada significa. Tú eliges si cierras los ojos al verdadero desajuste, me refiero. Siempre ocurre de esa forma, después de todo. Es tu elección. Nunca es solo como un sueño.

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