viernes, 16 de octubre de 2015

Lo que la visión (no) encuentra.


I.

Encuentro una plaza en una esquina.

Una pequeña plaza, algo descuidada.

En la plaza encuentro un sector con maleza.

Y en ese sector una serie de bolsas, aparentemente con basura.

De una de ellas brota un olor muy desagradable.

Me acerco hasta la bolsa y veo que está abierta.

La muevo con un pie.

Entonces observo cómo dentro de la bolsa está el cuerpo de un gato.

Un gato negro, con pequeñas pintas blancas.

Hasta ahí llega mi mirada.

Eso es lo que encuentro.


II.

No es siempre junto a uno, que avanza la mirada.

A veces queda tras nosotros.

A veces va por delante y hasta nos ve venir.

A mí, por ejemplo, se me extravió esa vez, al encontrar el gato.

De hecho, yo creo que se quedó dentro de esa bolsa.

Lo sé porque cuando trato de mirar la visión que aparece surge en otro sitio.

El interior de la bolsa, por otro lado, no tiene atracción alguna.


III.

De vez en cuando la visión yerra.

Yo mismo incluso, que pasé varios días pensando que se trataba de un gato.

Entonces la vista indaga y descubre otra cosa.

Terrible quizá, pero menos gratuita.

Precariamente entonces la vida se reordena.

Se organizan las horas y hasta se abren las flores.

Todo sigue como si no tuviese dentro un gato muerto.

Escribimos textos, incluso, como si nada.

Ni siquiera sabes (o sabemos) qué es lo que duele.

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