domingo, 25 de octubre de 2015

Miento, pero todos mienten.

“Nadie es lo que parece,
¿por qué habría de serlo usted?”
T. P.

Miento.

Pero todos mienten más que yo.

Los desconocidos mienten.

Mis amigos mienten.

Hasta el corazón miente.

Todo se triza, como el vidrio.

Y Dios es un tren
que no se detiene en ningún sitio.


Sé que me entiendes.

Conoces el fin de todo esto.

Sabes quién está tras los golpes
de esa puerta.

Conoces su nombre
y aceptas que es ajeno.

Si hasta el árbol que riegas
está muerto.

Y las frutas sobre el refrigerador,
por supuesto,
son de plástico.


Miento.

Pero todos mienten.

Lentamente, pero mienten.

Como los peces que mastican
el cuerpo de los ahogados.

O como las estrellas derribadas.

Todo siempre ha sido piedra.

El árbol quemado.

El barco encallado en la orilla.

Solo ocurre que ocultamos los cadáveres.

Igual que perros
enterramos nuestros huesos.


Miento.

Pero todos mienten.

Las alcantarillas están repletas
de sueños.

Las fotografías viejas
se tuercen sobre sí mismas.

Nos acercamos a ver
el rostro de los muertos.

Y el bosque ni siquiera sabe
que es bosque.


Miento.

Pero todos mienten.

El corazón golpea en cada pecho.

Y no lloramos más que por nosotros mismos.

Sé que me entiendes.

Todo se triza, como el vidrio.

Y Dios es un tren
que no se detiene en ningún sitio.

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