jueves, 15 de octubre de 2015

¿Qué vio María Antonieta?


Me gusta la idea esa… de la guillotina.

Como final, por un lado.

Y también como espectáculo.

Como final me gusta finalmente la falta de opción.

La no necesidad de segundas lecturas.

La inutilidad de la autopsia y hasta de opinión médica, digamos.

Como espectáculo, por otro lado, me gusta el escenario.

El verdugo siempre a un costado.

La cabeza rodando, todavía viva.

Y hasta la inocencia de la hoja, que cae exclusivamente por su propio peso.

Dicho esto, me acerco a la imagen que tengo, de María Antonieta.

La pregunta esa de qué vio, la cabeza, luego de separarse del cuerpo.

Y la atracción que, honestamente, siento hacia la figura de la reina.

Y es que debo reconocer que siempre me ha atraído, María Antonieta.

La torcida imagen histórica.

Su nombre.

Y hasta la idea que de ella me fabrico, entre imaginación, ocio y testosterona.

Entonces, desplazándome hasta el momento ese, de la guillotina,
pienso que debe existir una fracción de tiempo
en que el público y hasta el verdugo solo tienen ojos para la cabeza de la reina,
olvidándose por completo del cuerpo.

Y claro, ahí es donde esa fracción de tiempo debiese bastar
para correr con el cuerpo entre la multitud
y rescatarlo del olvido, el descrédito y el desprecio.

Quédense así ellos con la cabeza de María Antonieta,
que yo me conformo con el cuerpo.

Todavía tibio, lo imagino.

Liberado del suplico de las ideas y del control racional del cerebro.

Así, junto a él, me tomo apenas un descanso para teclear estas palabras.

Cuerpo y sangre simplemente.

Voy por ti, María Antonieta.

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