domingo, 4 de octubre de 2015

Un ventrílocuo.


-Ahora –dijo el ventrílocuo-, alguien del público hablará por mí.

Entonces, se creó una mínima expectación entre quiénes observaban.

Su show llevaba ya unos 15 minutos y estaba fome.

Había actuado con un muñeco y contado unos chistes por los que recibió unos pocos aplausos.

Ahora decía que alguien del público hablaría por él.

-Pueden preguntarle lo que quieran –señaló.

No bien dijo esto y una muchacha se puso de pie, en una fila continua.

Todo debía estar arreglado, pensé.

-¿Quién es usted? –preguntó el ventrílocuo, desde el escenario.

Ella contestó con una voz neutra… y dijo el nombre del ventrílocuo.

La gente aplaudió un instante.

Luego el ventrílocuo instó al púbico para que le hiciera preguntas a la chica.

Todos seguían el juego.

Ella no dejaba de responder con datos del ventrílocuo, que se mostraba concentrado.

Yo, en tanto, encontraba la prueba francamente idiota.

Justo entonces, fue cuando el ventrílocuo me habló directamente, frente a todos.

-¿Puede usted comprobar si es ella la que realmente está hablando? –me dijo.

No contesté.

-¿Puede usted acercarse lo suficiente y comprobar si está emitiendo sonidos propios cuando habla…? –insistió.

-De acuerdo –dije, tras pesármelo un rato.

Me puse entonces al lado de la chica y me acerqué a ella.

-Apoye sus dedos en ella –dijo el ventrílocuo-, en la garganta, sobre las cuerdas vocales… sienta si vibran…

Eso hice.

Entonces el ventrílocuo puso cara de concentración y la chica habló.

Escuché claramente su voz y sentí vibrar sus cuerdas vocales.

El ventrílocuo mentía, por supuesto.

-¿Cierto que no vibran? –preguntó entonces el ventrílocuo.

-Sí vibran –dije yo.

El público aplaudió igualmente.

-No vibran –insistí-. El sonido sale claramente desde ella… ese hombre no está proyectando su voz… es un fraude…

Pero la gente no me ponía atención.

Sonreían y aplaudían, simplemente.

Insistí una vez más y luego me senté.

Todos son un fraude, pensé.

Tal vez soy el único público real de este show.

Así, tras los aplausos, el show siguió.

El ventrílocuo llevó a un perro y puso una voz claramente grabada que sonaba por unos parlantes, a los costados de escenario.

De hecho, ni siquiera había coordinación entre los movimientos del perro y las supuestas frases que decía.

Entonces, para desconcertar a todos, me puse a aplaudir.

Me paré incluso de la silla, para resultar más creíble.

El resto de la gente me imitó.

Esto coincidió con el final del show, por cierto.

El ventrílocuo salió tres veces a recibir nuestros aplausos.

Yo intentaba hacer sonar mis palmas cada vez más fuerte.

Fraude de mierda, pensaba, mientras miraba mis manos rojas.

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