sábado, 24 de octubre de 2015

Usted viene por la acera.


Usted viene por la acera.

Tranquilo.

Equilibrado.

Quizá usted no lo sabe,
pero lo cierto es que no va.

Usted viene.

Lo veo venir, de hecho,
mientras me fijo en sus pasos.

No se encuentra a gran distancia.

Podría acercarme, incluso,
y explicarle que viene
y no va.

Desconozco, sin embargo,
si usted está preparado
para ese descubrimiento.

Tal vez se enoje, si le digo.

Tal vez se decepcione.

Permanezco así, con cautela,
simplemente esperando.

Y es que vienen muchos
esta vez.

Usted en medio, claro,
pero vienen muchos.

Y es cierto, ninguno de ellos sabe,
realmente, que viene.

En ese sentido,
esos que vienen,
son de los suyos.

Todos creyendo que van
hacia algún sitio, me refiero.

Todos creyendo en su propia voluntad.

Todos creyendo en sus propias rutas.

Y claro…
vengo yo entonces y les digo
que esa sensación 
es ciertamente errónea.

Nadie me escucha,
es cierto,
pero yo les digo.

Deben creer que estoy loco.
deben creer que van a llegar a algún lado
a contar esa anécdota.

Pero claro…
ustedes son la anécdota.

Usted y los otros, me refiero.

Y yo los espero.

Sigue usted en la acera,
mientras tanto,
acercándose.

Ya está a punto de llegar,
de hecho…

Ahora, si se fija,
ya está aquí.

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