jueves, 26 de noviembre de 2015

Cuatro dedos.


Mi tía nos prestó la casa de campo siempre y cuando arrancáramos la maleza. Nosotros dijimos que sí, pero no pensamos que había tanta.

Así, resultó que nos pasamos las dos semanas de vacaciones, desmalezando.

De hecho, nos rompimos las manos al tercer día y tuvimos que ir hasta el pueblo para comprar guantes de trabajo.

Cuando los quisimos usar, sin embargo, descubrimos que los guantes estaban mal fabricados, pues tenían cuatro dedos.

Ante esto, pensamos en devolverlos, pero como había que ir hasta el pueblo y teníamos unas heridas, decidimos finalmente acomodarnos y meter dos dedos en un espacio y zanjar la cuestión.

Pasados unos días tuvimos que ir a pueblo a comprar algunas cosas y fuimos a comprar otros guantes. Cuando lo hicimos, aprovechamos de comentar que los anteriores venían con fallas, pero el vendedor se lo tomó a broma y se rio simplemente, del asunto.

Cuando quisimos seguir desmalezando, sin embargo, descubrimos que esos guantes tenían también cuatro dedos.

Sin darle mayor importancia trabajamos ese día y fue así que, a pleno sol, comenzamos a dudar si teníamos o no, el número de dedos correctos.

Suena estúpido, pero hasta en unas revistas que había en a casa comenzamos a ver en fotos cuántos dedos tenía la gente.

No logramos, sin embargo, establecerlo con claridad, y hasta que nos fuimos del lugar seguimos con la duda.

Tampoco, por cierto, logramos arrancar toda la maleza.

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