viernes, 27 de noviembre de 2015

Imagínatelo con moscas, si quieres, o con billetes.


No es eso, me dijo. Esto no se trata de tener o no razones, o de tener o no recuerdos. Esto va por otro lado. Se trata más bien de la capacidad de apresarlos, o de retenerlos un momento. Imagínatelo con moscas, si quieres. Revoloteando en torno tuyo, me refiero. Todas esas moscas y uno ahí sin poder apresarlas. Eso me pasa, más bien, con todo esto. Recuerdos, razones, emociones incluso, ya que estamos. Y claro, luego de un tiempo empiezas a dudar un poco. Primero de la existencia de esas moscas, y luego hasta de tu propia existencia… Y no creas que es cosa lejana, o de locos… Esto llegó así, de un momento a otro, nada más. Me acuerdo por ejemplo de lo que pasó en un concurso… ¿Viste alguna vez esos en que metían a una persona en una cabina donde había viento y cientos de billetes volaban en torno a él?  Pues esa es otra situación que sirve. Una señora, por ejemplo, intentando tomar esos billetes y pasarlos por una ranura. Todo en un tiempo máximo, claro, o hasta que la señora colapsa y queda quieta, mientras los billetes seguían dando vueltas. Recuerdo que esto último pasó una vez y hubo que detener la máquina. El animador entonces intentaba bromear con la mujer, pero ella no respondía, y tuvo incluso que mandar a comerciales para que alguien la atendiera. No sé si me explico. Me refiero a que cosas así, pasan, sencillamente, aunque parezcan irreales. Junta, de hecho, las dos imágenes: los billetes cayendo al piso y las moscas aburriéndose y posándose sobre las paredes. Los billetes que revelan su falta de valor y las moscas que van muriendo inmóviles, en la pieza. Eso sí es a lo que me refiero. A esa desesperación. A esa carencia. Lo contrario de King Kong con esa chica en su mano... Ojalá puedas entenderme, me dijo. Ojalá.

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