miércoles, 4 de noviembre de 2015

Pasto bajo el pavimento.

“Ni cuatro gatos hacen un tigre
ni el trigo se traga en los trigales”
R. L.


Ella era tan linda
que creía que había pasto
bajo el pavimento.

Me refiero a que ella pensaba
que algo vivo
tenía que existir
bajo todas estas cosas.

Pero claro…
durante todo el tiempo
en que compartí con ella
nunca la vi romper
(ni trizar siquiera)
el pavimento.

Por lo mismo,
si acaso era verdad
que creía aquello,
resultaba, además de linda,
una hueona cómoda y cobarde…

Pero claro…
¡al menos era linda…!

Si hasta soñaba que algún día
algo así como una vida verdadera
(según decía)
iba a ascender,
desde algún sitio.

¡Qué inocencia…!

Si hasta debió renunciar a su trabajo
para preservas su pureza.

Dejó de comer carne.

Plantó un huerto.

Se llevaba bien con todos.

Y hasta leía poesía.

Fue por ese entonces que me dijo,
según recuerdo,
lo del pasto bajo el pavimento.

Me miró y lo dijo seriamente,
mientras caminábamos.

Recuerdo que yo me detuve y la miré
y ella volvió a repetirlo,
con una expresión todavía más dulce.

¡Todo un encanto…!

Pero claro…
ya les decía antes,
que nunca intentó a fin de cuentas
rasgar el pavimento.

Y como yo llegaba del trabajo
y tenía pruebas por hacer
y otras para revisar
(entre otras cosas),
ocurrió que la inocencia esa
me comenzó a incomodar,
y de pronto ya no pude
sino estrellar su cabeza
sobre el pavimento.

¡Si hasta el crujir de su cráneo fue delicado…!

Y claro…
no es que me arrepienta,
ni mucho menos me mueva la culpa,
pero justo ahí donde estrellé su cabeza,
pienso algún día estrellar la mía.

Así, finalmente,
si alguien dejase en ese lugar,
luego de los hechos,
unas cuantas hebras de pasto,
créanme que le estaré
por siempre
enormemente agradecido. 

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