lunes, 16 de noviembre de 2015

Tiliches.

“-¿Qué es lo que hay aquí? –pregunté.
-Tiliches –me dijo ella-. Tengo la casa toda entilichada.”
J. R.


Todo se vuelve tiliche.

Uno mismo, si se piensa.

No es envejecer, siquiera.

Tilichamos, nada más.

Y las cosas que vienen a los ojos,
tilichan, también,
mientras decimos que tilichan.

Y claro:
me gusta todo eso,
si no miento.

Y es que no me duele tilichar.

Y no me apena, tampoco,
el mundo tilichado.

De hecho,
podría decir que me enternecen
los tiliches.

Niños tiliches.

Sueños tiliches.

Amores tiliches, incluso.

Y es que si lo pienso,
podría vivir fácilmente,
entre todos ellos.

Conocerlos.

Ordenarlos.

Sacudirlos de vez en cuando.

Sí…
podría ser un buen
cuidador de tiliches,
ahora que lo pienso.

Aunque claro…
más que cuidador,
sería más bien
un acompañante de tiliches…

Un tiliche más, digamos,
pero con ciertas responsabilidades.

Sí…
no sería una mala vida,
si se piensa.

Solo en un mundo de tiliches…

Como en esas eras apocalípticas
en que llega a quedar
un solo hombre…

Solo en un universo de tiliches…

Hablándoles mientras camino
entre ellos.

Todo se vuelve tiliche,
les diría.

Uno mismo, si se piensa.

Etcétera.

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