viernes, 6 de noviembre de 2015

Y esto es, en parte, lo único que importa.


"Eras el rey, la reina, sus secuaces,
el bufón que se ríe de sí mismo..."
E. L.


Vienes esta tarde a buscar el terno.

El único.

Colgado en una bolsa y un tanto gastado.

La chaqueta tiene un botón suelto y un papel en el bolsillo.

El pantalón se guardó mal planchado.

Pero claro, tú tampoco te has cuidado.

Una tos te viene cada cierto tiempo.

Tú corazón es un músculo ya viejo.

Tus ojos vieron el mismo día,
demasiados días.

Pero claro…
esas son también,
demasiadas quejas…

Extiendes mejor el terno sobre la cama.

Y te observas, de esta forma,
contemplándolo.

Y es que siempre te da nostalgia observar así,
tus propias ropas.

Como si fueras uno de esos animales
que cambian la piel
cada temporada.

De hecho,
pensando en eso,
ya ni recuerdas para qué lo quieres.

Y el terno así
se convierte en algo similar
a un signo de interrogación
sobre la cama.

Vas entonces al baño.

Te miras en el espejo.

Y tratas de recordar
para qué actividad
es que lo has sacado.

Un matrimonio o un bautizo.

O para un funeral, incluso.

Y es que no son, después de todo,
tantas opciones.

De regreso pasas a ponerte el traje ese.

Buscas una camisa y una corbata en un cajón olvidado.

El traje pesa como una armadura innecesaria.

Te escondes dentro de esas ropas.

Te cubres igual que un niño con las sábanas.

Ya hasta parece una mortaja.

Afuera del lugar se escucha un ave.

Un ave que también se extinguirá, por cierto,
como el mundo.

Y esto es, en parte,
lo único que importa.

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