lunes, 7 de diciembre de 2015

Nunca ocurre nada.


Estoy en el bar. Tomando. Somos cuatro. Entonces voy al baño y paso por un pasillo donde hay un teléfono público. Ya ni quedan, pero ahí había uno, resistiendo. Debe haber sido por eso que me quedé. Fue como una vez que encontré la señal de un canal satelital donde se veía una isla que estaba hundiéndose, o eso al menos creí ver. Siempre me pego en esas cosas. Árboles secos, animales viejos, cosas así. El punto es que una mujer va hasta el teléfono y la escucho hablar. Al parecer llamó a los carabineros. Por lo que entendí había alguien en el local, alguien peligroso. Creo que habló de un arma. También les pedía venir rápido, o algo así. Yo estuve tentado a preguntar, pero la chica colgó y entró en el baño de mujeres con un comportamiento tranquilo. Yo entré al baño de hombres y salí casi de inmediato. Volví a la mesa. Seguimos tomando. No sé por qué, pero lo del teléfono se me olvidó. La chica que había llamado volvió y se sentó junto a su acompañante. Era un tipo de su misma edad con quien se reía bastante. Bastante rato después llegaron tres carabineros. Uno se quedó en la puerta y los otros hablaron con la gente del local y luego nos pidieron que mostráramos alguna identificación. Lo hicimos. La chica que había llamado se comportó como cualquiera de los que estábamos ahí. Yo la observaba todo el rato. Finalmente los carabineros hablaron entre ellos y luego se fueron. Nadie entendió nada. Volví entonces a ir al baño. La chica también fue hacia ese sector. Yo estaba mirando el teléfono. Ella se acercó. Me pidió una moneda. Yo le dije que llamar a los carabineros era gratis. No sé si entendió mi indirecta. Fue lo único extraño que sucedió esa noche. Nunca ocurre nada.

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