jueves, 10 de diciembre de 2015

Polillas.


Los chinos cuentan una leyenda
en que las polillas
terminaban por engullir el sol.

Aunque claro,
no era el sol directamente,
aquello que engullían,
sino la luz del sol,
poco antes que esta
llegase hasta la Tierra.

Revoloteaban sobre las aldeas
y ascendían al cielo
manteniendo todo en penumbras
por largas temporadas.

Cuando esto sucedía, por cierto,
solían perderse plantaciones
por lo que el hambre
y la oscuridad
se fundían,
según la historia china,
en una sola desgracia.

El final de esa leyenda,
por otro lado,
tiene diversas variables.

En una de ellas
se decía que las polillas
luego de llenarse de luz
se convertían en estrellas.

En la otra,
las polillas simplemente se quedaban ahí,
mientras los hombres se emborrachaban
en los bares del pueblo.

Finalmente,
en esa segunda versión,
los borrachos orinaban
eliminando líquido de un tono tan brillante
que las polillas bajaban hasta él
y perecían ahogadas.

Ustedes, por cierto,
pueden elegir
la versión que gusten.

Yo, por mi parte,
prefiero pensar que las polillas
se quedan simplemente engullendo
la luz del sol,
mientras los hombres
se emborrachan en los bares
y orinan ese líquido brillante
iluminando la tierra
con ríos luminosos.

Nuestra propio verano
con nuestro propio carbón,
diría Melville.

Pero él ya no está
con nosotros.

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