sábado, 2 de enero de 2016

La Biblia como un evento gastronómico.



Todo comienza por los aperitivos.

Verbo, luz, sombra y vegetales.

Nada de carne hasta entrado el quinto día.

Entonces empanaditas varias, sin nombre.

Mezclas extrañas bajo fondos de verduras.

El comensal debe servirse según propia consideración.

Solo debe preocuparse de no tocar el kuchen de manzana.

Y es que ese no es aperitivo.

Está ahí como adorno, para ver quien cae.

Cuando eso pasa, finalmente, se retira la mesa.

Luego siempre viene un momento de confusión.

Un plato de lenguas revueltas.

Sopa llovida en cuarenta cucharadas.

Y un plato de lentejas que terminas pagando con el nombre.

Posteriormente, diversos enviados anuncian lo que viene.

Uno de ellos, incluso, aparece desde dentro de un pez.

Eso puede tomarse como un acto de magia.

Cantos breves, bailes orientales y hasta un carro de fuego se suman al show que antecede al plato principal.

Suenan tambores.

Entonces llega el niño envuelto, en pesebre de verduras salteadas.

Arriba, una estrella de mar tempura.

Las copas de aguas se cambian por copas de vino y traen ahora gran cantidad de especias.

Los comensales son reagrupados en mesas de a doce.

Se les presenta a todos el cordero y se clava a un palo.

El carnicero que lo mata no se ensucia las manos.

Como adorno, se le pone al plato un letrero pequeño y una corona de espinas.

Luego se deja macerar en una tela blanca.

También se le echa vinagre.

No se le quiebran los huesos.

Antes de servir, se invita a los presentes a meter los dedos en la carne para probar su temperatura.

Por último, se sirven trozos pequeños, de carne resucitada.

Satisfechos, muchos comensales se retiran en esta parte.

Los pocos que se quedan, sin embargo, aprecian el show final.

Unas trompetas anuncian el postre que es servido por garzones que ingresan a caballo.

Traen entre todos una torta que tiene la forma del mundo.

Siempre la arrojan al suelo poco antes de servirla.

No sé bien por qué lo hacen, pero se ensañan con la torta pisoteándola con rabia.

Suele ser desagradable esa parte.

Por lo mismo, se retiran entonces las últimas personas.

Yo me quedo, sin embargo, y pido los restos para llevar.

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