sábado, 27 de febrero de 2016

Diez mil crucificados.


I.

Denme un dólar
por cada crucificado
que no resucitó.

Eso les pido.

Y es que hoy saco cuentas
de loco derrotado.

Diez mil iglesias, incluso,
para diez mil crucificados
que no resucitaron.

Eso es lo que hoy,
si me preguntan,
me parece justo.

Ese es el mínimo, digamos.

Y es que mi alma,
lo confieso,
no sabe usar tijeras.

Nadie le enseña.

Y no sabe.


II.

Diez mil crucificados.

Todos juntos,
en fila,
como una hilera de dominós.

Con las cruces enterradas apenas.

¿Ya los ve?

Busque ahora usted
dos o tres romanos fuertes
y arroje hacia atrás
la primera de las cruces.

Observe entonces
como van cayendo
cada uno
de los diez mil crucificados.

Cierre los ojos,
si quiere,
y escuche.

Nunca queda una cruz
en pie.

Eso puedo asegurarlo.


III.

Dios no es hueón.

Por eso no resucitó
diez mil crucificados.

Quizá nos quiso ahorrar problemas.

Quizá fue un descuido.

O quizá, simplemente,
ocurrió que poco
le importamos.

¡Vaya uno a saber…!

¡Y vayan a saber
los diez mil crucificados…!

No hubo tormenta tras sus muertes.

No cargaron sus cruces.

No se libraron sus carnes,
de gusanos.

¿Y es que saben…?

Eso me suena más a verdadera iglesia.

La iglesia de los diez mil resucitados.

Un dólar por cada uno,
les pido.

Y es que en pedir,
al menos,
no hay engaño.

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