miércoles, 17 de febrero de 2016

La libertad del hombre que nadie recuerda.


-No sé cómo decirlo –me dijo-. Ni cómo explicarlo. Pero supongo que es lo contrario a ese deseo de ser recordado del que tanto hablan algunos… A eso es lo que aspiro, después de todo... A ser olvidada. A tener una historia que se recicle en otras miles de historias. A deshacerme de a poco en el resto de las cosas… Que hablen de ti un poquito… Que te lloren un poquito… Luego deshacerme en las cosas… Como esas bolsas de ahora que comienzan a degradarse solas… No sé si me explico…

-Sí –dije yo.

Entonces hizo una pausa para beber agua. Luego siguió.

-No se trata en todo caso de modestia ni de mantener un bajo perfil… Se trata más bien de un deseo de libertad. De libertad plena, eso sí… De desaparecer en los otros, o en el mundo… Siempre me ha parecido hermosa esa sensación, como el video ese de la isla que era tapada lentamente por el mar… parece que tú mismo me lo mostraste… No sé… era bello saber que bajo el agua quedaba cubierta una isla llena de vida… No puedo evitar que me guste eso… Las estrellas que desaparecen… Los planetas que pudieron haber tenido vida… Ya sabes… todas esas cosas que desaparecen y que se vuelven tenues… Eso sí que suena a libertad… A plenitud… Ya sabes… Algo así debiese tener un nombre, ¿no crees…? Una forma más fácil de decirlo…

-La libertad del hombre que nadie recuerda –dije yo.

Ella quedó pensativa.

-Es el nombre de un artículo sobre Wingarden, en todo caso… -agregué.

-Sí… –dijo ella, un tanto escéptica-, puede ser…

Luego terminó de beber el agua.

Yo me quedé pensando en Wingarden.

Y bueno... nada más ocurrió, que valga la pena relatarse.

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