jueves, 25 de febrero de 2016

Morita y su golpe de gracia.


Yo le digo que espere,
pero igual llega Morita
una y otra vez
a dar su golpe de gracia.

¡Puta el hueón porfiado…!

A veces al despertar
lo veo con el sable
a un costado de la cama.

O cuando me abrocho los zapatos.

O cuando leo algún libro
demasiado concentrado.

¡No me hueís, Morita…!

Cuando sea el momento
te lo haré saber.

Me tenís nervioso
Japonés conchetumadre.

Eso le digo,
pero el hueón insiste.

Y es que alega incluso,
que se va a hacer tarde.

Que es mejor la muerte digna.

Y argumentos así,
hasta mal pronunciados.

Usté debe sel un buen guelelo,
me dice.

¡Guerrero, hueón…!

¡Guerrero…!

Guarda el sable
y pronuncia bien, hueón…

Eso le contesto,
pero él no me hace caso.

Incluso lanzó un golpe
el otro día.

Alcancé a reaccionar,
pero igual cortó
un mechón de pelo…

¡No me pidió ni disculpas…!

Hueón ocioso.

Samurai al peo.

Japonés culiao.

Ya no sé ni qué decirle.

Y no es que sea cobarde…

Eso alega él,
por supuesto,
pero esta es otra cultura…

Acá la dignidad es otra cosa,
le digo.

Relájate un poco…

Tómate un sake…

Al final, en todo caso,
da igual qué le diga...

Ni duerme el hueón
esperando la ocasión…

Y yo tampoco duermo,
vigilándolo…

Así se nos pasa la vida.

Él sable en mano.

Yo escribiendo.

Al final,
(espero)
uno de los dos,
tendrá que ceder
al cansancio.

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