sábado, 5 de marzo de 2016

Cambiar de rubro.


Ella trabaja en un banco, pero quiere cambiar de rubro.

No sabe explicar bien sus razones, pero esa es una frase que parece sensata.

-Quiero cambiar de rubro –le dice a su jefe.

-¿A qué área…? –pregunta él.

-Quiero ser azafata –dice ella, sin pensarlo.

Él entonces le explica los procedimientos y hasta le ayuda a redactar la carta de renuncia.

Ella se lo agradece.

Entonces él la invita a una cena, como despedida.

Se reúnen así en un restaurante peruano.

Él ordena los platos más caros.

Ella los encuentra un poco picantes, pero come de igual forma.

Por supuesto, luego de cenar, él intenta acostarse con ella.

Se lo pide directamente, incluso, pero ella no quiere.

Y es que él es viejo –piensa ella-, está casado y es muy gordo.

Finalmente, sin embargo, se quedan en un motel cercano al lugar en que cenaron.

Apenas entran, ella lo escucha llamar a su esposa y decirle que tendrá que quedarse a dormir con Max.

Ninguno de los dos parece muy entusiasmado.

Tienen sexo durante no más de diez minutos.

Luego, ambos conversan sobre el trabajo en el banco.

Hablan sobre algunos compañeros y él le cuenta que en tres meses iban a realizar algunos ascensos en el banco.

-Deberías quedarte –dice él-. Todavía no entregas la renuncia.

Ella lo piensa, en silencio, mientras están sentados en la cama.

-¿Quién es Max?  -pregunta ella, de pronto.

-¿Max?

-Sí, Max… lo nombraste al hablar por teléfono…

-No es nadie...  –dice él, mientras mira el celular-. Max no es nadie.

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